En tierras de frontera, la arquitectura militar cobró protagonismo. A finales del siglo IX y comienzos del X el afán conquistador del rey leonés Alfonso III supuso una amenaza para el califato de Córdoba, que estableció entonces su frontera o marca media en tierras sorianas y puso en marcha un importante dispositivo militar integrado por fortalezas y un sistema de torres o atalayas conectadas visualmente con la finalidad de vigilar las principales vías de comunicación. Las atalayas son casi innumerables: Noviercas, El Tiñón, Aldealpozo, Masegoso, Trévago, Torre Melero, Veruela, Caracena, Quintanilla de los Tres Barrios…
Numerosos también los castillos y fortalezas: Osma, San Esteban de Gormaz, Medinaceli, Calatañazor, Berlanga de Duero, Caracena, Almenar, Ciria… Entre todos ellos, uno sin par: la fortaleza califal de Gormaz, la fortaleza andalusí más extensa de la Península Ibérica.
Pero el arte y la arquitectura andalusíes, con claves islámicas, se manifiestan en otros ámbitos más allá del defensivo. Por supuesto, en el urbanismo de medinas como Ágreda o Medinaceli, o en ciudades fortificadas como Almazán, pero también impregnando después edificios netamente cristianos como ermitas –San Baudelio de Berlanga–, iglesias –San Miguel de Almazán– o claustros románicos como el de San Juan de Duero, en la capital soriana. Maravillosas muestras de la convivencia de culturas.