La huerta de Valencia tiene 1200 años de existencia y sabiduría. Los árabes introdujeron especies monzónicas –cítricos, chufas, berenjenas, calabazas, albaricoques…– que debieron aclimatar impulsando renovados sistemas de regadío y nuevas técnicas agrícolas. También el arroz. La huerta se desarrolló como un sistema de acequias y alquerías que cambió el paisaje rural de esta zona para siempre, y también la forma en la que se alimentaba la población. Con el acceso a frutas, hortalizas, cereales y legumbres durante todo el año, la dieta se hizo mucho más variada, sana y equilibrada.
Esta ‘revolución verde’ propició unos excedentes agrícolas que se comercializaban en mercados rurales que fueron el origen de algunas poblaciones actuales. La ciudad de València generó también un mercado central propio donde un almuhtasab vigilaba la calidad y los precios de los productos. Los antecedentes del actual Mercado Central de València –considerado el mayor centro europeo de venta de alimentos frescos y una joya arquitectónica– se encuentran en el zoco musulmán que se celebraba en la zona de la Boatella.
La influencia árabe también se aprecia en la repostería valenciana, especialmente en dulces como el arnadí (un pastel de calabaza o boniato), los pastelitos de boniato o los mazapanes, típicos en la festividad de Sant Donís… Y, por supuesto, en la horchata.