Aragon

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Thagr Al-Ándalus, canción de yeso y ladrillo y corazón del Mudéjar

Bienvenidos a Thagr Al-Ándalus, la Marca Superior de Al Andalus, las tierras andalusíes más septentrionales, entre el Valle del Ebro y los Pirineos. Los musulmanes llegaron aquí en 714 y permanecieron nueve siglos, hasta 1610: cuatro lo hicieron como dominadores y cinco, como dominados (como mudéjares y moriscos).
De ambos modos, su contribución al desarrollo y a la prosperidad de Aragón fue crucial. Fundaron ciudades, relanzaron el comercio y la agricultura, crearon riqueza y convivencia. Su lejanía respecto al centro del poder andalusí, en el Sur, les hizo ganar singularidad y autonomía. Cuando el Califato se hundió, forjaron el reino taifa más brillante y poderoso de la península –Saraqusta, Zaragoza–, con un imponente Palacio –la Aljafería– que hoy continúa activo. Otra singularidad ‘aragonesa’: trabajaron el ladrillo y el yeso como en ningún otro lugar de la Península. Y, finalmente, hicieron posible la que quizá sea la singularidad más bella y espectacular de todas: el arte Mudéjar, patrimonio mundial. Ven a descubrir la Experiencia Andalusí en tierras aragonesas.

San Pedro Teruel

Arquitectura

El Palacio de la Aljafería es el ejemplo más emblemático de la arquitectura andalusí en Aragón y, junto con la Mezquita de Córdoba y la Alhambra, una de las cumbres del arte islámico en España. Como el propio Aragón, está lleno de sorpresas y singularidades. Fue inicialmente fortaleza, después palacio real y tras no pocos avatares hoy sirve como sede de las Cortes aragonesas. Es el más vivo ejemplo del esplendor alcanzado por la taifa de Saraqusta y, desde 2001, su arte mudéjar está considerado patrimonio Mundial.

Como lo es, en su conjunto, el arte mudéjar aragonés. Ese fue el año en que la UNESCO amplió la declaración que inicialmente habían alcanzado, en Teruel, las torres de San Pedro, San Martín y el Salvador, y la torre, techumbre y cimborrio de su catedral. A ellos vinieron a sumarse seis joyas más del mudéjar en Zaragoza y su provincia. Fusión de elementos islámicos y cristianos, de Oriente y Occidente, es así como el único arte que puede considerarse genuinamente español puede enorgullecerse de ser una expresión de convivencia e interculturalidad con reconocimiento mundial.

Alquezar

MEDINAS

Para el Islam la ciudad es un factor clave en su modelo de civilización. Cuando los musulmanes llegaron al Valle del Ebro en 714 solo encontraron tres núcleos urbanos: Tarazona, Zaragoza y Huesca. Entre finales del siglo VIII y principios del IX fundaron Calatayud, Mequinenza y Daroca. Hacia el año 900 refundarán Ejea y Barbastro, y poco más tarde Albarracín (además de otros muchos enclaves como Alquézar, Caspe o Alcañiz). Todas ellas, antiguas y nuevas medinas, florecerán como ciudades prósperas y muy comerciales.

Medinas donde se crean fortalezas, zocos, mezquitas y palacios, donde se acuñan monedas y se desarrollan artesanías como la textil, la cerámica, la construcción o la metalurgia. Sobre todas ellas brilla Zaragoza (Saraqusta): primero como capital de la Marca Superior, después como taifa o reino independiente, un importante centro de poder político, económico e intelectual. En Saraqusta, por ejemplo, nació y vivió el gran Ibn Bayyah, Avempace: filósofo, médico, botánico, astrónomo, matemático, músico y poeta, además de visir. Todo un paradigma del sabio andalusí.

Noria de agua

AGUA

El Ebro ha condicionado desde siempre la vida de los habitantes en sus orillas y ha concitado los esfuerzos y el ingenio de las distintas civilizaciones asentadas en su entorno. Los romanos fueron los primeros en crear en él infraestructura hidráulica. Abandonada durante siglos, fue reconstruida, reaprovechada y ampliada en tiempos andalusíes. Un ejemplo emblemático es el de la presa romana de Almonacid de la Cuba, del siglo I, que con sus 34 metros es la más alta de las que se conservan en Europa. Fueron los musulmanes los que recuperaron la presa y restauraron el ojo de la cuba, totalmente aterrado.

Azudes, norias y noriales –las construcciones de piedra sobre las que se encajan las norias– son las tipologías arquitectónicas más representativas y monumentales de los conjuntos hidráulicos del Ebro. Originarias de tiempos andalusíes, los que han llegado hasta nosotros son construcciones o reconstrucciones medievales posteriores. Destacan dos: el norial del Monasterio de Rueda, del siglo XII, y el de Velilla del Ebro, singular por tener dos norias en paralelo.

Almojábanas

GASTRONOMÍA

¿A qué sabe el guirlache de Aragón? A deliciosa almendra y caramelo, elaborado únicamente a base de azúcar, agua y fuego. Y a herencia andalusí. No hay pastelería de calidad en Aragón –especialmente si se trata un establecimiento centenario– que no se precie de elaborar artesanalmente este dulce de raíces árabes durante todo el año. Curiosamente, su nombre nada tiene que ver con este idioma, ni con el castellano, sino con el francés (“grillage”), pues fueron los franceses quienes lo popularizaron en el siglo XIX. En Teruel y Albarracín son típicas las almojábanas, otra de las delicias de la repostería de origen andalusí.

Y a los amantes de lo dulce les espera otra delicia: la fruta aragonesa, con su cobertura de chocolate crujiente. El chocolate es una herencia del Nuevo Mundo, pero los andalusíes tienen mucho que decir sobre la historia de la fruta en Aragón. La producción frutícola alcanzó en tiempos de Al-Ándalus niveles sin precedentes y una variedad inédita. Según los tratados agrícolas y botánicos andalusíes, las frutas más abundantes y consumidas entonces eran peras, ciruelas, albaricoques, granadas, nísperos, higos y membrillos, además de frutos de corteza dura como almendras, nueces, piñones y castañas.

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